LA PELOTA COMO BANDERA.

Mi amigo Fermin Mendez hablando de fútbol, y de como se lo vive en Sudamérica. Un canto al balón.


David Aguirre.

Comienza el Torneo Clausura del Campeonato Uruguayo de fútbol y al menos los temas de charla del fin de semana vuelven a su eje central. Ya no hablaremos tanto de la inseguridad y su beca en los medios de comunicación, ni de los impuestos y las patentes nacionales o del circo electoral que levemente va apareciendo en escena, sino que los comentarios diarios serán de ésta otra bola que se mueve por nuestras canchas. Las críticas a Gallardo o a Gregorio entrarán en la escena diaria en detrimento de Bordaberry o Mujica, de si los curtidores de hongos festejan los 100 años con copa en mano o si el parodismo necesita un cambio urgente o terminamos todos colgados del alambrado gritándole desesperadamente a Pinocho. No creo que el fútbol sea el opio de los pueblos, sobretodo porque hay opios mejores, pero que es el deporte colectivo más ingenioso que el ser humano ha inventado no tengo dudas. Antes que los británicos algunos indígenas, que ni idea tenían de gozar de la función mitocondrial, ya jugaban con diferentes objetos que cumplían el puesto de pelota.

También, el fobal, les sirve a muchos para combatir el estrés. Al menos quien esté pendiente de la actuación de su equipo, evitará complicarse con los cálculos y las franjas del IRPF. Olvidar es un arte, aunque se necesita demasiada memoria para olvidarse de todo.

Goles son amores. De pequeñito, desde los primeros contactos con una pelota, el monosílabo “gol” es el que he oído gritar unánimemente con más entusiasmo y locura, como así el que ha provocado iguales cantidades de algarabías y desazones. Sobre gustos no hay nada escrito, pero decir que el fútbol es ver veintidós hombres detrás de un balón señora es como decir que una guitarra es madera y cuerdas o que Rayuela de Cortázar es lápiz y papel.

Algunos que gozando de su libertad andan sueltos no sólo dicen no tolerar el fútbol (cosa totalmente legítima) sino que menosprecian a quienes lo sentimos y vivimos. Ignoran que Maradona y Sabina o Benedetti y Zidane son totalmente compatibles, aunque no en la misma alineación obviamente.

Según nuestro gran Eduardo Galeano: “Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad”. Como dijo Juan Ramón: “denle pasto señores”.

Por Fermin Mendez

@MendezFermin